Crisis del Imperio Romano
La caída del Imperio Romano de Occidente no fue un suceso que pasó de la noche a la mañana sino que fue precedido por una serie de problemáticas que llevaron a una crisis económica, social y política que ni uno de los imperios más grandes e importantes del mundo pudo soportar.
Crisis del Siglo III
Esta crisis desencadenó la etapa conocida como "Bajo Imperio" causada por situaciones internas y externas. Debido a las revueltas de la población el ejército debía concentrarse en otras cosas y no en expandir el imperio, lo que significaba que el estado no iba a conseguir más botín de guerra, que lo dejaba sin fondos, ni más esclavos, que era en lo que estaba basada la economía romana, lo cual llevó a un aumento en los precios y en los impuestos. También, en las fronteras había constantes invasiones de pueblos "bárbaros", llamados así porque no compartían la cultura romana, estos pueblos eran en su mayor parte germanos. Por estas invasiones, las provincias que estaban en las fronteras necesitaban defensa por parte del Estado, pero éste no podía enviar soldados. De esta manera, las provincias dejaron de enviar tributo al Estado central y formaron su propia autodefensa. Esto no solo causó una caída económica aún mayor sino que también el poder central perdió poder, ya que el ejercito no estaba completamente controlado.
Siguiendo con las consecuencias políticas, las guerras civiles dentro del Imperio se habían causado por una constante lucha entre grandes generales y miembros de la nobleza por el trono del Emperador. Debido a esto, la posición de Emperador era constantemente disputada y terminó habiendo 25 Emperadores en un plazo de 50 años.
Se creía que esta crisis había llegado a su fin cuando llegó al poder Dioclesiano, Quien impuso reformas con el objetivo de terminarla de una vez por todas. Pero sus reformas solo causaron más problemas.
Su reforma más impactante fue dividir el Imperio en dos partes: El Imperio romano de Oriente (ocupando las actuales Grecia y Turquía), con capital en Bizancio, y el Imperio Romano de Occidente (ocupando las penínsulas ibérica e itálica, las Galias y la actual Alemania), con capital en Roma.
Dioclesiano también impuso una nueva forma de gobierno, la llamada Tetrarquía, la cual designaba a dos Emperadores (Augustos), quienes designaban a su vez a dos sucesores (Césares), ellos tomarían el poder luego de 20 años de gobierno. Los primeros dos emperadores fueron el mismo Dioclesiano, en Occidente, y Maximiano, en Oriente. Esta forma de gobierno no prosperó.
Siguiendo con las consecuencias políticas, las guerras civiles dentro del Imperio se habían causado por una constante lucha entre grandes generales y miembros de la nobleza por el trono del Emperador. Debido a esto, la posición de Emperador era constantemente disputada y terminó habiendo 25 Emperadores en un plazo de 50 años.
Se creía que esta crisis había llegado a su fin cuando llegó al poder Dioclesiano, Quien impuso reformas con el objetivo de terminarla de una vez por todas. Pero sus reformas solo causaron más problemas.
Su reforma más impactante fue dividir el Imperio en dos partes: El Imperio romano de Oriente (ocupando las actuales Grecia y Turquía), con capital en Bizancio, y el Imperio Romano de Occidente (ocupando las penínsulas ibérica e itálica, las Galias y la actual Alemania), con capital en Roma.
Dioclesiano también impuso una nueva forma de gobierno, la llamada Tetrarquía, la cual designaba a dos Emperadores (Augustos), quienes designaban a su vez a dos sucesores (Césares), ellos tomarían el poder luego de 20 años de gobierno. Los primeros dos emperadores fueron el mismo Dioclesiano, en Occidente, y Maximiano, en Oriente. Esta forma de gobierno no prosperó.
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